martes, 22 de abril de 2008

Ella (12:25)

Contigo, me ha marcado profundamente eso de que hay que morderse la voz. ¡Cuánta razón tienes! Eso, precisamente eso, es lo que me atormentaba a mí. Que no he sabido mantener mis cuerdas vocales quietecitas. Y callada estoy más guapa, eso sin duda alguna.
No entiendo muy bien qué es lo que te ha sucedido, pero intuyo por dónde van los tiros. Medias naranjas que vuelven a ser simplemente eso, mitades que no completan un fruto entero.

Personalmente, me gusta pensar que las naranjas se componen de múltiples mitades, que lo que existe son las almas gemelas, en plural. Que recorremos el camino que marcan los años tropezándonos con mitades de cítricos que nos marcarán profundamente.
De modo que no desespere, amigo mío. Cuando menos se lo espere caerá un nuevo fruto del árbol. Y puede que esta vez se trate de un limón, o de una manzana del pecado original.

Esta noche he tenido un sueño revelador. Lo que sucedía en él permítanme que me lo reserve para mi propio pronombre, pero el caso es que me he despertado con una visión de las cosas totalmente distinta de la que he mantenido estos últimos días.
Guiada tal vez por la fatalidad de ciertos acontecimientos que han marcado mi vida de mejor o peor manera, he abierto los ojos de nuevo hacia un concepto de la realidad que había logrado alcanzar tras una adolescencia tortuosa de múltiples pensamientos frustrantes. 
¿Creen mis queridos amigos pronominales en los sueños reveladores? Ella, ahora, puede decir que sí. 
Porque las sábanas seguían siendo de igual color que en el momento en el que me dejé mecer por Morfeo. Pero yo no era la misma cuando el despertador me chilló ¡fuera de la cama!. Me había acostado un poco puntiaguda, estado en el que me encontraba desde hace un par de semanas. Tal vez rectangular. Y me he despertado de nuevo redonda.

No me importa en absoluto el amor. Contigo, quiero decirte que hay cosas más importantes. Tu propio ser, lo que te rodea. El amor no es más que un enorme elefante que tenemos ante nuestros ojos y que no logramos ver, como una fotografía de Bansky.

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No importa las veces que me rompan el esternón, no importa con tal de que sepa volver a soldarlo. Me son indiferentes las piedras en el camino. Me detendré en ellas para observarlas, sentarme al sol y meditar acerca de si es mejor saltarlas o rodearlas. Tal vez las recolecte para crear mi propio muro de protección en un futuro.
Y Contigo deberías hacer lo mismo.
Lo que no te mata te hace más fuerte.

Esta mañana me he mirado en el espejo y me he dicho "Mira que has sido estúpida estos últimos días"